"...De qué me sirve llegar a los treinta o cuarenta, si ya se ha dicho todo o casi todo. Aprender a amar después de los cincuenta es perder el tiempo, es como querer detener el viento con un paraguas." (De "Instrucciones para no perder el tiempo", Inventario Solemne, Mosquito Comunicaciones,Santiago 2004)
martes, noviembre 22, 2005
Sobre el oficio de escribir
Idea pequeña y corriente sobre la dulzura de escribir:
Escribo esencialmente desde que las palabras se me aparecieron en un cuaderno como un gran mapa, como si fuese de caza en un zafari de emociones donde el alma y el corazón eran mi mejor escopeta. Inesperadamente me di cuenta que nada era más fuerte en mí que los deseos de escribirle a todo y a todos, pero a través de un solo amanecer que era la poesía. Por qué la poesía?, porque en un solo verso puede estar refugiado el mundo y sucesivamente todos los mundos pueden hablar la lengua de un verso. NO obstante, una máxima: Sigo creyendo fírmemente en los poetas de los poemas y no de los versos. Es penoso ver por allí como poemas se construyen de 20 o 30 versos, donde sólo dos de ellos dan fuerte a la estructura. Lo demás es un relleno miserable y desechable. Por lo mismo creo en el oficio, en el trabajo, en las horas frente al papel; en el cansancio cuando se escapan las ideas fuera de esta pequeña cabeza, en la necedad de seguir dando golpes al muro de la indiferencia frente a tanto oído más lejano que el nuestro. No hay caso!, los poemas se te aparecen por ahí y debes recoger la médula, lo que sea, en boletos de microbus, papel higiénico, o simplemente recordar, recordar, recordar.....que tal vez sólo eso es esta vida.
Santiago Azar, primavera de 2003.
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