viernes, octubre 30, 2009

La bienvenida a la sección "Los poetas somos buenos pal'diente" (versión online)


Es cierto.
No todo puede ser esta tristeza infeliz de perder a los amigos, a los que de una u otra forma van destellando tu camino.
Creo fielmente en que la felicidad se encuentra radicada en nuestra capacidad para sonreír. Lo lúdico es parte de mi artillería en los momentos duros y me ha permitido poner algo más que un paraguas frente a los huracanes. Hace algún tiempo, en este mismo sentido, en estos mismo juegos, me pidieron escribir para una revista alguna columna interesante. La primera referencia que se me hizo, fue hacerla sobre "libros". Sin embargo, yo necesitaba algo más creativo y al mismo tiempo juguetón. En ese escenario, tiré al papel otra de mis pasiones: La buena mesa. Pero esta buena mesa debía ser casi como un consejo, un lugar común y popular que todos de una u otra manera llevamos en fiesta en nuestros anhelos.
En fin,así desembarqué con esta columna, que comenzaré reproduciendo las dos primeras críticas a lugares de comistrajos y abundancias en la ciudad de Talca donde estoy radicado, sin perjuicio que ya tengo en mente otras letras destinadas a otros olimpos del tenedor y el cuchillo.
La entrega será quincenal, numerada, y con un mapa certero.
Queda para ustedes, entonces, esta primera entrega. Buen provecho.
Conjuntamente les anuncío que pronto levantaré mi crónicas de viajes en motocicleta por Chile y sudamérica.



LOS POETAS SOMOS BUENOS PA´L DIENTE
Por Santiago Azar.

CAPÍTULO I


Las empanadas del Ray-Ber

El colmillo veterano entra sin trabas y ya desde la primera mascada sentimos la diferencia abismante. Hay un caldo pegajoso y furibundo que se arrastra por la boca y que logra colarse por el fin de mis bigotes y que no logro atrapar. Mi barba observa la acción con ternura dejándose empapar por este jugo de dios que emana de esta maravilla “caldúa” que he encontrado casi por azar, pero en una búsqueda añeja, donde se me han puesto a mi servicio comistrajos de la más dudosa procedencia cuyas deficiencias parten por una cebolla repetitiva hasta el hartazgo; sin sabores varios, (llámese ordinariamente desabridas); abuso sostenido del polvo rojizo ése (ají color); o una masa debilucha, impropia, casi incontenible en la memoria, que son precisamente las cosas y besos con menos importancia que caen de la vida.
Las empanadas del Ray-Ber, tal vez, desde su inquietante e irreproducible nombre, mezcla de un pascuense artificial o un trabalenguas aburrido, superan con creces todas estas vallas que el paladar y la gula más tenaz pueden presentar frente al hambre chilensis.
Efectivamente, pocas veces he sentido que mis dientes ingresan en una caverna llena de gratas sorpresas. Los trozos de carne, bien elaborados, revolotean en un calor sofocante que puede tener como primera víctima nuestra propia lengua y labios. En adelante prosigue un placer por una masa liviana, pero exquisita, que debe tener cientos de friegas para lograr tamaña hermosura.
A poco andar, aparece el fuego del Maule con un picante que se deja extender por toda nuestra existencia. Ese sabor del mejor ají de Chile, ése de Villa Prat, de el sector de Palmilla frente a Linares, ese río rojo que se devuelve de sus fantasmas “cacho de cabra” hasta una perfecta empanada, con la picardía del ojo que mira a la muchacha joven con sus tiernos vestidos.
Y bien, los reglamentos convencionales se cumplen a cabalidad: la aceituna reina no puede faltar ni el huevo duro que se esconde como avergonzado de tanta maravilla. Todo es visible absolutamente y con nitidez, como en el mejor cine, ése que entra en nuestros gestos diarios.
Nunca la cebolla se había vestido de esa gala impenetrable, una cebolla picante, en sí misma, sin descendencia infeliz en las horas postrimeras, que es lo que uno pide, casi con clemencia, a la hora de devorar una empanada bien hecha.
Y para coronar toda este carnaval, El Ray-ber está ubicado en un pequeño paraíso del surrealismo de la ciudad del Trueno: usted degusta este premio de la elaboración criolla a los pies del Cerro de la Virgen, donde curiosamente muchos han perdido la virginidad; al borde del río Claro, que también curiosamente no tiene nada de claro y supervigilado por San Sebastián, a quien se le hace agua la boca de tanto pobre hambriento que viene a calmar sus más estomacales instintos en las mejores empanadas de Talca.


Brújula:

Rai-Ber:

Costado Sur-poniente del Puente sobre el río Claro, a los pies del Cerro la Virgen, frente al santuario de San Sebastián, Talca. Chile.











Si usted es dueño de un restaurant o picada de comida típica y quiere invitar a nuestro poeta a degustar de sus manjares para que éste los comente, no dude en escribirnos un mail

martes, octubre 20, 2009

Buen Viaje, Rucia.


Estoy seguro, que a nadie nunca le fue indiferente María Lourdes Valdés o la "Ita", o la "Rucia" como la conocíamos de años, muchos de nosotros.
Lo cierto es que partió en un viaje a otras zonas, mucho más lejanas a las nuestras y entre nosotros quedará para siempre el metal de sus palabras que no eran más que una lanza directa a la eternidad.
Les dejo este poema que escribí hace unas horas.





RUCIA


A Lourdes, in memoriam.



Subió al árbol de sus más oscuros sueños,
ató a su cuello la soga que le escupía en sus infinitos recuerdos
y a la cuenta de tres dejó su existencia estacionada en la vereda del frente
sin posibilidad alguna de volver a discutir con sus propios espejos
las batallas que hoy la vieron derrotada.
Yo la seguiré recordando en el clamor de sus huracanes y tormentas,
renegando del otoño que traía tantos vientos a cuestas.
La seguiré viendo cuando se consume el amor de los amores
como si fuese la única manera de dar palmadas a la existencia.
Anda, Rucia, vuelve, no te vayas, quédate con nosotros,
levanta este brindis por cien letras reunidas en una mano.
En este salto, seguro que envuelves por vez primera la paz,
en este último día de esta extraña primavera,
en este último grito, allá, cerca de todo y de nada,
a ver si por entre tus lentes, podemos ver el mundo que nunca conocimos.